Uno de los grandes problemas de la contienda electoral que acabó con la accidentada toma de protesta del Presidente electo fue que las campañas electorales y la forma de presentar propuestas polarizaron a los distintos sectores de la sociedad. La elección presidencial fue presentada en los medios como la madre de todas las batallas políticas; buenos vs. malos; ricos vs. pobres; demócratas vs. usurpadores, etc. El ganador se llevaría todo. Cada facción concebía que había demasiado que perder en caso que su candidato no obtuviera el triunfo. En mí opinión, el haber situado la contienda electoral en esa falsa dicotomía es la causa mas importante del descontento, conflicto y división que observamos en estos días.
La dualidad anterior es falaz. La victoria política de una plataforma no tenía tan altas implicaciones para los seguidores y opositores como las campañas quisieron –fructíferamente- hacer creer a los electores. Si bien la victoria de la Coalición por el Bien de Todos no significaba necesariamente “retroceder”, tampoco la victoria del PAN se traduce forzosamente en la perduración de un “régimen de privilegios”. Lo cierto es que la victoria de AMLO hubiera cambiado poco la vida de aquellos que hoy se sienten defraudados por su derrota, al menos en el corto plazo; asimismo, la victoria de FCH probablemente tampoco cambiará en mucho las vidas de aquellos que lo vieron como la opción política más viable. En pocas palabras, en las democracias, los políticos tienen un margen de maniobra mucho más limitado de lo que las estrategias de campaña de las dos principales fuerzas políticas argumentaron durante las campañas para sumar adeptos.
Dado que la política puede ser vista como estrategias de conflicto o cooperación es inminentemente necesario abrir todas las vías posibles a aquellas del segundo tipo para fortalecer la vida democrática nacional. De no hacerlo, los siguientes seis años se asemejarán mucho a los pasados seis. La urgente reconciliación puede permitir acciones cooperativas que generen oportunidad, crecimiento y sobre todo, mejor distribución de la riqueza. Para lograr lo anterior, podemos empezar con tres sugerencias básicas que implican evitar los graves errores que nos llevaron a la situación actual: 1) evitar el “ingenuo realismo” o la pretensión de que los ganadores en la contienda electoral cuentan con la fórmula mágica para gobernar y que únicamente esa fórmula funciona; 2) sacudir la “falsa polarización” mediante el expreso reconocimiento de la existencia de importantes coincidencias en los objetivos y visión del futuro compartido entre las distintas opciones políticas y sus representados; y 3) dejar el “desmérito reaccionario” que sucede cuando propuestas interesantes son censuradas por el sólo hecho de ser presentadas por un interlocutor que representa o apoya la opción política contraria.
Poner en acción lo anterior no es tarea fácil. Sin embargo, la reconciliación puede empezar si entendemos que tanto aquellos que votaron por la plataforma política ganadora y los que no, tiene un futuro compartido en México y que ni la ingenuidad, ni mucho menos la polarización o el desmérito reaccionario fomentan la cooperación. Una estrategia de cooperación que evite esos tres errores ayudará a la recuperación de la confianza en los gobernantes y a cicatrizar las heridas abiertas por las estrategias de conflicto predominantes durante la contienda electoral. Lo anterior no es sólo tarea de los partidos políticos; contrariamente a lo que en ocasiones se pretende hacer creer, en una democracia moderna, gobernados y gobernantes tienen responsabilidades compartidas y por eso es tarea de todos.
domingo, 9 de diciembre de 2007
Operación Cicatriz: Tres Sugerencias para la Cooperación
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